Lenda de Sta. Comba

Ontes fun ata sta. Comba, na parroquia de de San Martiño de Cobas, no Concello Ferrol. Na foto podedes ver a capela da que, no seu día, dedicou a súa vida á bruxería.
Din as lendas, que cando era bruxa era das «xuxonas», as que chupaban o sangue aos nenos, roubaba ollos para facer ungüentos, mataba vellos e botaba o mal de ollo e outras cousiñas disas de andar por casa.
Un día, seique, Comba, atopouse con Xesucristo nun camiño da nosa Galiza, e dende ese día deixóu a bruxería e pasouse o cristianismo. Tempo despois, parece ser que lle deron materile pola súa fe. Tras o martirio foi nominada (como nos Óscar) Patrona das Bruxas da Galiza… incluídas ás de Cedeira e ás de Sarandós de Arriba e ás de Abaixo.
A pesares dos seus méritos, nunca lle foi recoñecida a súa santidade polos xefes do cotarro xudeo-cristián da igrexa católica.
Aínda así, as boas xentes de Galiza a invocan sobor de todo para que os protexa dos demos… unha das súas especialidades.
Tamén din, eu penso que por envexa, que esta lenda débese á galegacización de santa Columba, unha francesa que morreu no século II e da que non se sabe gran cousa…
*Fermín Goiriz Díaz (30/07/2022)

Joyas de la fotografía ambulante

Estas tres fotos son las primeras de una serie que iré colgando cuando pueda. El autor de las mismas fue Serafín Lorenzo, más conocido por la comarca de Ferrol por «Cazolitos».  Serafín era natural de  la parroquia de Esmelle en el     Ayuntamiento de Serantes (hoy Ferrol) e hizo de la fotografía su medio de vida. Siempre con su cámara al hombro (cuando empezó llevaba uno de esos armatostes con trípode incorporado), recorría toda cuanta fiesta patronal había, salones de baile, playas… También era reclamado para hacer alguna que otra boda o primera comunión de manera esporádica. Asimismo se le podía ver por las calles de Ferrol ofreciendo sus servicios a todo el mundo mientras señalaba la cámara y hacía una ligera inclinación de cabeza en busca de la aprobación. Sobre las fotos no voy a hacer comentario alguno, se comentan por sí mismas ¡Que disfruten!

Mi agradecimiento a José Andrés Pérez Otero que me facilitó el material gráfico.

Toribio

Corrían los años 90 del siglo XIX cuando el joven Toribio, castellano de nacimiento, llegó a la parroquia de Cobas en el desaparecido Ayuntamiento de Serantes y se puso a trabajar en las galerías de la mina de oro existente en la  parroquia. Pasado algún tiempo, Toribio formó familia con Carmen, una vecina del lugar de Rajón, con la que tuvo siete hijos. A pesar de las presiones del cura del lugar ni Carmen ni Toribio sintieron la necesidad de consagrar su unión. Criaron a sus siete hijos con todo el cariño que les podían dar y las carencias propias de la época que les tocó vivir. Eran muy apreciados por sus vecinos por ser gente trabajadora y honrada, menos por uno ¡el cura! Éste no opinaba lo mismo y les tenía prohibida la entrada en su iglesia, así cómo a sus vástagos, supongo que por ser la prueba irrefutable de su pecado. En los años 30 llega a Cobas un nuevo sacerdote, joven él, oriundo de Neda y que al poco de tomar posesión del cargo también lo tomó de una moza que era hija de un tendero con la que mantuvo una relación conocida por toda la parroquia. La similitud de su relación y la de Toribio no mejoró el estatus de apestado para la iglesia del minero castellano y su familia.

El de la sotana, quizás para darle mayor importancia a su ministerio y de paso acojonar un poco a la crédula gente del lugar, preparaba junto con su hermana y su compañera sentimental, unos paseos nocturnos representando el paso de “almas en pena”, que más tarde le reportarían unos buenos beneficios económicos en donativos para que, con sus poderes oratorios, alejase de la parroquia a tales “almas”.

En los años cuarenta Toribio deja este mundo cruel. Pero no así el cura, al que el buen señor le otorgaría unas cuantas décadas más de vida para que continuase su labor evangelizadora  con las pobres gentes de Cobas… Y, éste no tuvo mejor ocasión para poner a cada cual en su sitio. El del minero, por orden del santo varón, no era otro que una fosa fuera del camposanto pegada a un pequeño muro que rodeaba la iglesia y el cementerio sin señal alguna que indicase que allí reposaban los restos de Toribio. En lo que sí tuvo buen cuidado el de las sayas fue en que la tumba estuviese colocada de tal forma que quien fuese al cementerio no tuviese más opción que pisar sobre ella ¡Venganza divina! Sin duda.

Con el tiempo el túmulo fue cubriéndose de maleza, maleza que nadie osó cortar como homenaje a Toribio. Sólo su viuda y sus hijos acudían por difuntos a arreglar el lugar… el tiempo y las necesarias ampliaciones del cementerio hicieron desaparecer todo rastro del minero castellano.

La muerte que no llegó

Arturo tenía unos 20 años cuando trabajaba como criado en la casa conocida como «de la asturiana» en Covas (Ferrol). A cambio de su trabajo recibía pensión, manutención y, si había, algo de dinero. Parece que hablo de otro siglo y es verdad, era en el siglo XX , más concretamente en el año 1945. Eran tiempos duros, si es que alguna vez hubo tiempos fáciles, la Guerra Civil española hacía ya 6 años que había terminado… las penurias no. En ese año se inauguró el nuevo cementerio municipal de Catabois y, con tal motivo, el Ayuntamiento de Ferrol (no sé si para animar a la gente a elegir la nueva necrópolis como residencia eterna, o con otro fin que yo desconozco), donaba 2.000 pesetas (todo un pastón en aquellos tiempos) a la familia del primer fallecido que fuese enterrado en el citado camposanto. Al enterarse Arturo de tal oferta, no deseaba (y así lo transmitía a todo aquel que quisiera escucharlo) otra cosa que morirse y, claro está, ser el primero en recibir sepultura en Catabois. «Lo bien que le vendría el dinero a mi familia -decía- podría comprar vacas y alguna tierra…» Era su ilusión, morir… Y así sacar de la pobreza a su madre y hermanos (no tenía padre). El 12 de julio de 1945 se inauguró el cementerio y Arturo ingresó poco después como marinero de reemplazo en Ferrol.

Playa de As Fontes, capilla de Sta. Comba, Cabo Prior. Covas (Ferrol)

Un pequeño comentario sobre la playa de As Fontes. Este arenal era la mayor despensa de «golfo» (algas) de Covas y hasta allí iban los lugareños a recogerlo para abonar sus tierras. Bajaban a la playa por un pequeño sendero (donde hoy están las escaleras) con cestas de mimbre que llenaban de algas y subían sobre sus cabezas hasta el llano. Allí se amontonaban para luego cargarlo en carros tirados por bueyes. Por lo duro del trabajo, podéis pensar que los encargados de tal labor era gente joven y fuerte… pues no, cargaba todo dios, niños y niñas de 12 años o menos, hombres y mujeres, sobre todo estas últimas. También se iba mucho a la playa de «O Medote» muy cercana a ésta y que dispone de un mejor acceso, pero, según me cuenta mi fuente, (perdona mamá por llamarte fuente), en «O Medote» no lo había siempre. Las fotos son de diciembre de 2006.