Relatos del Coronavirus

– ¡¿Pitusa?!

– Díme

– ¿Sabes dónde se pudo meter el lagarto?

– Ni idea, ya sabes que es muy suyo… mira en la bañera

– Voy. Gracias.

  Fermín se dirigió hacia el baño para ver si Lolo* estaba allí (así llamaban a la iguana que les había regalado un amigo). Entreabrió la puerta y echó una mirada rápida a la estancia sin ver a Lolo por ningún sitio.

– ¿Joder!¿Dónde se metería el cabronazo este? Oye, Pitusa, en el baño no está, no tienes otra idea de por dónde puede andar.

– Sí. La tengo, pero mejor comemos antes y después te ayudo a encontrarlo.

– Vale, voy en un momento.

  Dos minutos después Fermín llegó a la cocina y se puso a poner los cubiertos, las servilletas y la bebida, tal como hacía normalmente. Y se sentó en su lugar habitual en la mesa. Mientras Pitusa sacaba del horno el asado que había preparado y que ocupaba toda la bandeja del horno.

– Vaya, al final hiciste pollo… muy bien, me gusta.

– No. Es una sorpresa, a ver si te gusta.

– ¿No es pollo? Pues el color de la carne es muy parecida y el olor también… Ya me dirás qué es, me tienes muy intrigado (sonriendo).

– Te lo digo ya, para que no le des demasiadas vueltas a tu limitado intelecto.

– Jajajaja, venga, dime qué es ese manjar.

– Lagarto, concretamente una iguana.

– ¡¿Cómo?! ¡Que vas a comer a Lolo! Pero cómo has podido hacer eso.

– Pues muy fácil. Después de mirar en el frigorífico y saber que la compra que pedimos online no llega hasta pasado mañana por la dichosa pandemia del covid-19 hice lo que cualquier mujer con dos dedos de frente haría… darle de comer al zángano. Es lo que tiene llevar tantos años juntos… una se encariña y…

  En ese momento se oye un gran estruendo causado por Fermín al caer desmayado al suelo de la cocina.

  Fin

  Copyright © Fermín Goiriz Díaz 2020