Vencer al cáncer

Por Pitusa Caruncho (Periodista)
Cuando a algún personaje público se le diagnostica un cáncer, inmediatamente aparece un coro de voces que, al unísono, repiten que están seguros de que el afectado vencerá al cáncer. No dudo de que lo hacen con muy buena intención pero suena demasiado a frase hecha. Desde mi experiencia, como superviviente -que no ganadora- de un cáncer, os aseguro que nunca se vence a la enfermedad, eso es sólo un mito, se puede seguir viviendo pero ya nada es igual.

El cáncer siempre deja importantes secuelas y no sólo físicas que, habitualmente son muchas, sino psicológicas. Desde que descubres que tienes la enfermedad ya nada vuelve a ser igual. A partir de ese instante pasas a vivir con una espada de Damocles sobre la cabeza y aunque sigas con tu rutina diaria, no eres la misma persona. El cáncer te transforma aunque no quieras y lo hace casi siempre sin darte cuenta.

Por una parte, la enfermedad te convierte en una persona más solidaria y con menos apego a las cosas materiales, te hace ser consciente de las cosas importantes. En el mismo momento en que te confirman el diagnóstico te das cuenta de que de un día para otro todo se acabó y que tanto esfuerzo por conseguir cosas materiales no sirve para nada. Que lo único verdaderamente importante es la gente que te rodea que, todo hay que decirlo, después de los primeros momentos son muchos menos, aunque los que quedan son los auténticos y los importantes.

Una vez superados los primeros pasos de la enfermedad, cirugía, radioterapia o quimioterapia, te das cuenta de que no eres la misma, te has convertido en una persona más triste, más vulnerable y, sobre todo, más temerosa. Siempre te ronda por la cabeza que la enfermedad pueda reproducirse en cualquier momento y eso es difícil de llevar en el día a día.

Por eso sostengo que al cáncer no se le vence nunca, siempre gana él, una vez que llega lo hace para quedarse porque, aunque le sobrevivas, siempre lo tendrás presente. No obstante, es preciso aprender a convivir con él y a hacerlo de la manera menos traumática posible, pero eso sí sabiendo siempre que no le hemos ganado la partida, ni mucho menos. Lo único que hemos ganado es que ya nos atrevemos a llamarle por su nombre en lugar de utilizar eufemismos como “una larga y dolorosa enfermedad”.

De todas formas, reconozco que tuve mucha suerte porque cuando enfermé, en mi país existía una sanidad pública, universal y gratuita que me salvó la vida. Los cirujanos y demás personal sanitario que se ocuparon de mi caso, esos sí, vencieron al cáncer.

Devaluación interior a la española

Por Manuel Lago (Economista)
La Voz de Galicia, 16 de diciembre de 2012
En Alemania hay siete institutos de investigación económica de gran reconocimiento que tienen entre sus funciones asesorar al Gobierno en asuntos de política económica. Ante la crisis del euro y de la deuda, estos institutos formularon la teoría de la devaluación interior para los países con mayores desequilibrios económicos dentro de la UE. En apretada síntesis, esta teoría señala en nuestro caso que desde la entrada en la moneda común, el euro, en España los precios han subido más que la media de la Unión, lo que ha provocado una pérdida de competitividad de las empresas. Un diferencial que han cuantificado en un 25 %. Antes este desequilibro se corregía con la devaluación de la moneda, la peseta, pero ahora con el euro esta devaluación competitiva de carácter monetario ya no es posible. Y por eso se propone la devaluación interior: reducir los precios de los productos forzando una dolorosa reducción de las rentas del conjunto del país, especialmente los salarios. Y eso es lo que, en la teoría, está haciendo el Gobierno de Rajoy, solo que aplicando la versión española. Porque la derecha española no ha querido entender el alemán y solo aplica la primera parte de la estrategia devaluadora: baja los sueldos de la gente, pero no los precios.

Para leer el artículo completo ir al siguiente enlace: La Voz de Galicia

Concentración contra las tasas judiciales

Medio millar de personas se dieron cita a las siete de la tarde de ayer en la plaza de España, para expresar su desacuerdo con las tasas judiciales impuestas por el ministro, Ruiz Gallardón, que, en la práctica, limitan el acceso a la justicia de gran parte de la sociedad. Mientras esto ocurría, el titular de Justicia manifestaba en un acto en ABC que la imposición de las tasas obedecía a una petición de los propios jueces y añadía en un tono, me atrevería a decir que chulesco, «cómo no van a protestar si les hemos quitado la paga extra». La concentración concluyó con la lectura de un comunicado y con el reparto de unas hojas informativas en las que se explica el funcionamiento de la justicia antes y después de Gallardón. En el mismo acto se procedió a la recogida de firmas para exigir la retirada de la medida.

Apuntes sobre los desahucios

Por Pitusa Caruncho (Periodista)

10 de diciembre de 2012

Lamentablemente desde hace unos meses hablar de desahucios se ha convertido en algo habitual, porque cada día ciudadanos de este país son expulsados de sus viviendas al ser incapaces de  hacer frente al pago de su hipoteca. Con seis millones de parados y una economía en recesión, es normal que una parte importante de la población tenga que elegir entre dar de comer a sus hijos o pagar las cuotas del piso y, claro, optan por la primera de las opciones. Pero como los bancos carecen de sentimientos, en un abrir y cerrar de ojos, sin escuchar a la otra parte ejecutan la orden de desahucio y dejan a una familia en la calle y con una deuda que les acompañará el resto de sus días. Y ellos se quedan con un piso que, en muchas ocasiones, permanece cerrado y vacío.

Hace unos meses, el gobierno de Rajoy, en un intento por demostrar que le preocupa el asunto, se sacó de la manga un código de buenas prácticas para que los bancos voluntariamente negociasen con los afectados distintas medidas para solucionar el problema sin tener que llegar al desahucio. Con esta iniciativa no se buscaba otra cosa que titulares de prensa porque, obviamente, si no se modifica la Ley Hipotecaria, los bancos no van a variar su modus operandi, ni van a negociar nada con nadie. El que no pueda pagar a la calle sin miramientos y eso lo sabe Rajoy, Montoro, De Guindos y el carnicero de mi barrio.

Ahora nos quiere vender la moto de que gracias a la buena disposición de las entidades financieras, en algunos casos se ha llegado a aceptar la dación en pago -es decir, entregas la vivienda y zanjas la deuda-. Pero esto es mentira. En ningún caso se acepta la dación en pago, lo que ocurre, es que muchas de las familias desahuciadas tienen salarios tan ínfimos que son inembargables. Con lo cual, el banco no puede cobrar la deuda de ninguna de las maneras y dice que acepta la dación en pago que queda muy bien en los titulares de los periódicos. Que nadie piense que las entidades bancarias están teniendo un acto de benevolencia con ellos, eso no lo verán jamás lo que ocurre es que, como dicen los mayores, “de donde no hay no se puede quitar” y eso el banco lo sabe mejor que nadie.

 

 

Nos toman por idiotas

Por Pitusa Caruncho (Periodista)

09 de diciembre de 2012

Podría enumerar una larga lista de actitudes que me disgustan de los políticos de este país pero si hay algo que me saca de mis casillas es que nos tomen por idiotas. Y eso es lo que intenta hacer ese gobierno desde su toma de posesión tirando de todos los eufemismos posibles para evitar llamar a las cosas por su nombre, lo hicieron con la amnistía fiscal -que todavía siguen negando-, o con los recortes en Educación, Sanidad o Servicios Sociales que, según los dirigentes populares, no son recortes sino optimización de recursos. En fin, allá ellos con sus problemas semánticos.

Y ahora le ha tocado el turno a las pensiones. Este Gobierno ha decido no revalorizar las pensiones tomando como referencia el IPC del mes de noviembre, tal y como se recoge en los Pactos de Toledo. Han aprobado, sin embargo, una subida para el próximo año de un 1% para las pensiones superiores a mil euros y un 2% en el caso de las que no alcancen esa cantidad, y nos quieren hacer creer que, de esta forma, los pensionistas verán incrementado su poder adquisitivo, una mentira más de las muchas a las que nos tiene acostumbrados el PP. Porque es una trampa, por decirlo de una manera suave. Si el Gobierno hubiera cumplido sus compromisos, todos los pensionistas verían incrementada su pensión en un 1.9% para compensar la desviación del IPC. Sin embargo, con esa triquiñuela de la subida para el año 2013 aquellos a los que se incremente la pensión un 1%, habrán perdido 9 décimas de subida salarial y a los que se les suba un 2% únicamente recuperarán el poder adquisitivo perdido en 2012 pero sin cobrar los atrasos correspondientes.

O sea, que eso de que suben las pensiones, es otro de los numerosos cuentos a los que nos tiene acostumbrados el ejecutivo de Mariano Rajoy, a quien parece que le importa muy poco el bienestar de sus ciudadanos, a los que golpea sin cesar un día tras otro, mientras continúa concediendo prebendas a estamentos como los bancos, la iglesia o las grandes fortunas. Alguien argumentará que otros partidos -a los que no defiendo- en su día las congelaron, cierto, pero que otros cometan errores no justifica los propios, lo de ustedes más ya no se sostiene. Señor Rajoy podría, por lo menos, tener la valentía de llamar a las cosas por su nombre, la misma valentía que tiene para dejar sin derechos a los ciudadanos de este país. Somos adultos, pensamos y ya no nos dejamos engañar fácilmente, al menos eso espero.

El Gobierno del PP ha hecho pleno

Por Pitusa Caruncho (Periodista)

El Gobierno popular de Mariano Rajoy ha hecho pleno, pleno de incumplimientos, tanto de lo que predicaba mientras estaba en la oposición como de sus promesas electorales. Les quedaba únicamente recortar las pensiones y ya lo han hecho, porque dejar de revalorizarlas en función del IPC es, en la práctica, un recorte porque significa una importante pérdida de poder adquisitivo. Hace unas semanas, la secretaria de Estado de Economía, Marta Fernández Currás, abundando en lo que anteriormente había dicho el presidente, Mariano Rajoy, aseguró que las pensiones se revalorizarían en función del IPC, porque no había ningún problema económico para hacerlo.

Una, que es consciente de que cuando un cargo público del PP afirma una cosa siempre se hace la contraria, no tuvo ya ninguna duda de que los pensionistas se quedarían “compuestos y sin novia”. Ya pasaron las elecciones gallegas y las catalanas y ya se puede decir la verdad a la población, a la que tratan como si fuese menor de edad y careciera de capacidad de análisis para darse cuenta de que otras políticas son posibles.

Porque mientras se regatean casi dos puntos de incremento en las pensiones para adecuarlas a la subida de la vida, hay algunos sectores a los que ni se les toca. Son los grandes triunfadores de una crisis (inflada), que se está llevando por delante a la clase media española. Entre esos intocables podríamos citar a las grandes fortunas a las que se les perdona el fraude fiscal, con una amnistía vergonzosa y vergonzante; a la iglesia, que sigue enriqueciéndose contrariamente a sus principios de pobreza y humildad; a las entidades financieras a las que se inyecta dinero público para, una vez saneadas, venderlas a un banco fuerte por un euro; o a los políticos que seguirán viajando en business -no vaya a ser que en clase turista se contaminen-, o los que continuarán cobrando casi dos mil euros mensuales de dietas para alojamiento mientras disponen de una o varias viviendas en Madrid. De la Casa Real ya ni hablamos.

Y lo peor de todo es tener que soportar que la vicepresidenta del Gobierno, Sáez de Santamaría, cuando anuncia la medida, ponga cara de circunstancias como si le doliera lo que están haciendo. No es cierto, los ciudadanos de a pié no les interesan nada. Sólo se acuerdan de ellos cuando se acercan las elecciones, ahí sí son útiles. Espero que esa clase media en peligro de extinción, si no está extinguida ya, tenga memoria a la hora de volver a las urnas y ponga a cada uno en su lugar. No tenemos otra arma para cambiar la situación, ni la queremos.